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La noche fría hizo que Scrooche se refugiase bajo la manta. Pero, nuevamente, sintió que alguien la observándola. Esperaba que la aparición de Jane Adams fuese un sueño, tal vez, aunque sentía que algo le había tocado.
- Hola. Ya estoy aquí. Ven conmigo. Un hombre corpulento la espera junto a la puerta. Le tendía la mano, como queriendo que le acompañase a algún lado. No parecía peligroso a pesar de su tamaño, así, que, pensó que, puestos a creerse que había estado con Jane Adams, poco podía perder ahora. Tan pronto como le cogió de la mano, se transportó a otro lugar.
La escena que tenía ante sus ojos le sonaba. El día de su graduación, en la universidad. Sus padres estaban a su lado: no querían perderse la graduación de la niña, que también representaba el inicio de una generación de universitarios en la familia. Hablaba la representante del Colegio profesional: realizaba una especie de rito en el que todos los asistentes juraban solemnemente cumplir el Código Deontológico. Tal vez otros lo hicieron sin pensarlo. Ella no: sintió que juraba algo que la comprometería para siempre.
A continuación, cada participante subía al estrado, al escuchar su nombre.
A continuación, cada participante subía al estrado, al escuchar su nombre.
- ¿Te suena esa chica que sube ahora al estrado? Scroodge se reconocía, pelo largo, rizado... la beca naranja... recogiendo un ejemplar del dichoso Código de manos de la Decana- ¿te das cuenta? Acababas la carrera, con todos los debates e incluso encierros en los que participaste-
- Era una yogurina. Menuda pardilla.
- Sí, pero con ilusión. ¿de veras no lo echas de menos?
- El qué, ¿perder el tiempo en reuniones y asambleas?
- No, me refería a tener ilusiones... - y tras unos segundos de silencio ante la escena, prosiguió- Sígueme ahora.
Se transportaron hasta un local austero. Austero pero lleno de vida. Un local en la planta baja de un edificio de los del ministerio. Dentro, paredes y corchos repletos de fotos, mensajes, colores. La joven, ya graduada, se afanaba en dinamizar un grupo de padres y madres. Hablaban de los conflictos con sus hijos. Debía ser la última reunión del año, porque, llegado el momento, la joven abandonó la sala y volvió con botellas, polvorones y demás: se trataba de compartir un rato de celebración, tras todo un año de trabajo común.
- ¿Te acuerdas de ese grupo de padres que llevaste durante dos años? - preguntó el espectro.
- Claro que me acuerdo. Fue una época genial. También llevé grupos en Servicios Sociales, al principio... -y fue bajando el volumen al darse cuenta de la media sonrisa del espectro-
En la escena, los participantes gritaban y brindaban:
-¡Felices fiestas!- dijo la joven- ¡Por vuestros niños y niñas!
Al pronto un padre decidió responder al brindis - ¡por Scroodge, una estupendísima trabajadora social, que nos acompaña todos los jueves!
Scroodge, junto al espectro, rememoraba. Mientras, se empezaba a emocionar.
- Con menos, hacías más. ¿ no lo ves?. ¿Recuerdas lo bien que te sentías después de cada sesión grupal? ¿no lo echas de menos?
- Si, pero ahora tengo mucho papeleo. Además, no veo el momento... tú no sabes la demanda que tengo ahora...
- ¿más que cuando llegaste, en que érais sólo dos compañeras?... Quizá te has hecho demasiado amiga del papeleo - Contestó el fantasma- Y el momento... así no lo encontrarás nunca: nunca es buen momento para lanzarse... Sígueme ahora.
De pronto, como si pasase una cinta a cámara rápida, estaba ahora en un local... eran los tiempos del cambio. En la reunión participaba Patro, una mujer comprometida en la profesión. Todo el mundo atento, hablaba del Sistema de Bienestar Social... Soñaban por construir algo común, también unos Servicios Sociales para todos... Aquella mujer con tanta fuerza decía que había que presionar desde dentro para que el desarrollo del Sistema no se quedase únicamente en las pensiones, y saliese una ley general de Servicios Sociales..., nosequé de un plan concertado...
Scroodge, llegado este punto, sonreía de medio lado, con desconfianza:
Scroodge, llegado este punto, sonreía de medio lado, con desconfianza:
- Bueno, ahora me vendrás con las batallitas.
- Aún no habías nacido. Pero quería que contemplases cómo se fraguó aquello a lo que te dedicas. Tampoco eran tiempos fáciles. Pero ahí estaban muchos profesionales, moviéndose.
- Pues mira de lo que valió, con la que está cayendo ahora...
- Aún no habías nacido. Pero quería que contemplases cómo se fraguó aquello a lo que te dedicas. Tampoco eran tiempos fáciles. Pero ahí estaban muchos profesionales, moviéndose.
- Pues mira de lo que valió, con la que está cayendo ahora...
- Imagina cómo sería el panorama si no hubiesen estado ahí, luchando... ¿no echas de menos tener ilusión?
- Buah. Ahora todos son iguales.
- ¿Y tú, eres diferente? ¿o eres otra desencantada a la que le basta con quejarse y hacer sólo lo que está en los papeles?
- Buah. Ahora todos son iguales.
- ¿Y tú, eres diferente? ¿o eres otra desencantada a la que le basta con quejarse y hacer sólo lo que está en los papeles?
Scroodge esta vez bajó la cabeza. Esto empezaba a convertirse en su peor pesadilla.
Abandonaron la reunión y viajaron a otro lugar. Cibeles. El palacio de Telecomunicaciones. La misma joven atravesaba la puerta a las 23.50 con una cartera repleta de papeles... La única oficina que permitía presentar una solicitud de subvención por la tarde (justo, hasta las 00.00). Allí estaba ella: una joven Scroodge, presentando papeles, pero éstos, para permitir al grupo de padres poder seguir pagando el local un año más. Tras entregarlo, salía orgullosa, como si de una batalla ganada se tratase, y se sentó en el escalón de la entrada para disfrutar del momento. Por los pelos. De frente, la Cibeles... su ateísmo no le impidió mirar a la diosa suplicando por el éxito de su solicitud...
- ¿Lo conseguiste?
- ¡Pues claro!
- Y ahora, ¿lo harías?
- ¿No querrás que me quede hasta las 12 en el centro, no?
- No. Claro. Me refería a darte más allá de lo pactado.
- Si, encima que me han regalado media hora más, y me han bajado el sueldo... si quieres me pongo una argolla. Anda, ya basta por hoy, ya lo he pillado. Te gusta hacerme sufrir, ¿verdad?
- Vamos a hacer el último viaje. Sígueme- le tendió la mano y Scroodge, resignada pero esperando que algo peor se encontraría, se la tomó.
Otra escena. Ahora ya en el Centro de Servicios Sociales donde trabajaba actualmente...
Otra escena. Ahora ya en el Centro de Servicios Sociales donde trabajaba actualmente...
Una madre con sus dos hijos lloraba en la puerta del despacho. Consciente de que continuar con ellos era totalmente imposible, y sin apoyo alguno, había optado por dejarles temporalmente en un centro. Tras meses de un esfuerzo intenso, sabía que debía ingresar en un centro para curarse, les repetía a sus hijos de 5 y 7 años, que eran conscientes que la cosa estaba muy mal.
El espectro tomó nuevamente la palabra: - Podías haber llamado a la policía y seguir el protocolo para que les llevase al centro de acogida, pero decidiste acompañarles: creías que era lo que había que hacer: bastante duro era ya aquello.
- Sí, hemos hecho muchas locuras de esas... al principio... menudo viajecito... ella no paraba de llorar. Menos mal que detrás también estaba mi compañera de despacho para echar un capote.
- El más triste que una madre puede hacer. Sin duda. Y tú estuviste a su lado.
En segundos se vio conduciendo un coche, intentando consolar a la madre y distraer a los niños de manera simultánea, sin que las lágrimas de sus propios ojos le impidiesen seguir conduciendo.
En segundos se vio conduciendo un coche, intentando consolar a la madre y distraer a los niños de manera simultánea, sin que las lágrimas de sus propios ojos le impidiesen seguir conduciendo.
- Sí. Por entonces era capaz de saltarte algún que otro protocolo. No te importaba demasiado el derecho administrativo si el bien era mayor. ¿No lo echas de menos?
- Qué quieres, ¿que me salte las normas?
- No hablaba de eso. Me refería a arriesgarte. De vez en cuando, no pasa nada. También te emocionabas ¿recuerdas?
- Es que una va haciendo callo. He madurado.
- Sí... demasiados callos. La madurez debe servir para enriquecer la ilusión con la experiencia, con criterios, no para ahogarla, ¿no crees?...
- Es que una va haciendo callo. He madurado.
- Sí... demasiados callos. La madurez debe servir para enriquecer la ilusión con la experiencia, con criterios, no para ahogarla, ¿no crees?...
Los ojos de Scroodge ya estaban inundados en lágrimas.
- Por favor: Déjame irme a casa.
- Por favor: Déjame irme a casa.
Al instante se encontraba nuevamente en su cama. Sola, pero en su cama. Fría. Triste. Sin encontrar aún una explicación a lo que le estaba pasando... - ¡joder! - se dijo- ¡si lo sé me hago ingeniera, como quería mi padre !- pero ahora no dudaba de lo que le aguardaba...aún faltaban otros dos espectros...
Esta vez le costó mucho más dormirse. La cabeza le daba vueltas.
Un abrazo. Ánimo
Nacho
Recomendación musical de la entrada. Empieza así: "pierdo el tiempo pensando en lo esencial que a veces dejo pasar. ¡cuántos instantes he ignorado ya , capaces de haberme cambiado!" Es de Héroes del Silencio: Oración.
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ENHORABUENA NACHO!!!!! Felicitaciones por tu excelente versión. Eres un estupendo adaptador de cuentos, ademas de bloguero y sobre todo un estupendo profesional. Estoy segura que ayudara a muchas y muchos a reflexionar y a recuperar ilusiones y energias.
ResponderEliminarTe felicito por las dos partes ya publicadas y espero ansiosa las pendientes.
Comparto contigo al 100% la filosofia del cuento, y que en nuestras manos esta hacer los servicios sociales que queremos.
Muchas gracias... me miras con buenos ojos... calidad literaria poca, pero la compenso con el cansinismo, jeje.
EliminarMira, yo creo que todos tenemos días "Scroodge", pero lo importante es darse cuenta de lo que tienes y de que hay oportunidades. Nop me canso de decir que, ape sar de las dificultades, hay margen. Estoy convencido, pero tiene que haber una buena dosis de motivación. Espero ayudar a ello a los y las colegas. Un abrazo crujiente.